Tiene ocho años. Viene a clases todas las semanas con una sonrisa de oreja a oreja y un abrazo auténtico y cálido. Es muy expresivo, buen lector, creativo y enérgico. Es diferente. Yo pensaba que seguro era de una de esas familias progresivas - fieles a las capacitaciones, participativas en las reuniones comunitarias y decididas a luchar por mejorar las oportunidades de sus hijos, y parar los círculos de violencia y maltrato.
Acá son contadas las familias conscientes de los derechos del niño. La mayoría de niños con quienes trabajamos tienen síntomas de trauma muy obvias - vergüenza para expresarse, miedo al contacto físico y dificultad para participar en actividades grupales. Pero él no muestra trauma, al contrario, es pura fibra y ganas de vivir.
Vino con un morete desde la oreja hasta la barbilla. Le pregunté. Me contestó. Con la enorme sonrisa de siempre - "mi mamá me pegó con cincho".
Hablaba con un padre de otra familia. Le contaba la historia del morete y él me dijo -
"Mi esposa y yo ya nos enseñaron en la capacitación a no pegar a nuestros hijos en la cara. Para que no se vea el morete pues, porque eso sería abuso. Pero hay gente que no entiende."
He escuchado más de una vez decir que este es un país de traumados. Hasta los que hacemos los mejores intentos de ser positivos, proactivos y sonrientes sufrimos del trauma de una forma u otra. Ayer mi mamá leía el periódico en voz alta. Estaba citando a alguien importante, supongo, decir que de lo que sufría parejo todo el pueblo Guatemalteco era el resentimiento.
Ojalá la sonrisa le gane al morete y que el niño nunca pierda esa capacidad de dar un abrazo tan sincero, pero no quiero dejar esto con un final feliz, porque lo más seguro es que no lo tendrá y sería negar la realidad de este niño.
La realidad es que está bien jodido ser niño para demasiados, y no debería serlo. Está bien jodido que no haya una mejor supervisión de los contenidos de las "capacitaciones". Está bien jodido que no se enseñen los derechos del niño en el idioma materno después de tantísima inversión internacional para promoverlos. Pero lo más jodido de todo es que, aunque el niño supiera sus derechos y fuera a denunciar el maltrato con el juez, pasaría una de dos cosas - o lo colocan en casa de un pariente donde muy posiblemente (aprox. 60% de probabilidad según un estudio informal que hicimos en el año 2007) seguiría siendo víctima de maltrato, o lo mandan a un hogar en Chimaltenango. El estado no podría costearle la vida a todos los niños como él, así que tampoco es económicamente sostenible enseñarles a los niños a denunciar el maltrato. No hay soluciones inmediatas. No hay capacitación que cambie la situación de la noche a la mañana. El cambio tomará una década quizás, o más, porque los fondos que hay para promover los derechos de la niñez están siendo manejados (en la mayoría de casos) por personas que no tienen ni la más mínima idea de la realidad del niño en el área rural.
Podría seguir escribiendo sobre esto toda la noche, pero mañana tengo que levantarme temprano para planificar clases de la semana que viene, y debo tener la cara fresca para recibir al niño sonriente y jugar un rato a que todo está bien - una buena terapia para ambos.
Acá son contadas las familias conscientes de los derechos del niño. La mayoría de niños con quienes trabajamos tienen síntomas de trauma muy obvias - vergüenza para expresarse, miedo al contacto físico y dificultad para participar en actividades grupales. Pero él no muestra trauma, al contrario, es pura fibra y ganas de vivir.
Vino con un morete desde la oreja hasta la barbilla. Le pregunté. Me contestó. Con la enorme sonrisa de siempre - "mi mamá me pegó con cincho".
Hablaba con un padre de otra familia. Le contaba la historia del morete y él me dijo -
"Mi esposa y yo ya nos enseñaron en la capacitación a no pegar a nuestros hijos en la cara. Para que no se vea el morete pues, porque eso sería abuso. Pero hay gente que no entiende."
He escuchado más de una vez decir que este es un país de traumados. Hasta los que hacemos los mejores intentos de ser positivos, proactivos y sonrientes sufrimos del trauma de una forma u otra. Ayer mi mamá leía el periódico en voz alta. Estaba citando a alguien importante, supongo, decir que de lo que sufría parejo todo el pueblo Guatemalteco era el resentimiento.
Ojalá la sonrisa le gane al morete y que el niño nunca pierda esa capacidad de dar un abrazo tan sincero, pero no quiero dejar esto con un final feliz, porque lo más seguro es que no lo tendrá y sería negar la realidad de este niño.
La realidad es que está bien jodido ser niño para demasiados, y no debería serlo. Está bien jodido que no haya una mejor supervisión de los contenidos de las "capacitaciones". Está bien jodido que no se enseñen los derechos del niño en el idioma materno después de tantísima inversión internacional para promoverlos. Pero lo más jodido de todo es que, aunque el niño supiera sus derechos y fuera a denunciar el maltrato con el juez, pasaría una de dos cosas - o lo colocan en casa de un pariente donde muy posiblemente (aprox. 60% de probabilidad según un estudio informal que hicimos en el año 2007) seguiría siendo víctima de maltrato, o lo mandan a un hogar en Chimaltenango. El estado no podría costearle la vida a todos los niños como él, así que tampoco es económicamente sostenible enseñarles a los niños a denunciar el maltrato. No hay soluciones inmediatas. No hay capacitación que cambie la situación de la noche a la mañana. El cambio tomará una década quizás, o más, porque los fondos que hay para promover los derechos de la niñez están siendo manejados (en la mayoría de casos) por personas que no tienen ni la más mínima idea de la realidad del niño en el área rural.
Podría seguir escribiendo sobre esto toda la noche, pero mañana tengo que levantarme temprano para planificar clases de la semana que viene, y debo tener la cara fresca para recibir al niño sonriente y jugar un rato a que todo está bien - una buena terapia para ambos.
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