El Sol salió por unos segundos, como para dar esperanza más que calor.
He dejado de escribir aquí por vanidad.
Lo que escribo en inglés, en otros espacios, tiene más lectores.
Vuelvo acá, más que todo, para disfrutar de la soledad.
En este espacio empecé el final de un proceso interno largo,
un trecho que me llevó de soñadora ingenua a ermitaña cínica.
Recuerdo cuando los viejos se burlaban de mis ideas.
"Andá probá pues, a ver cómo te va..."Y yo, con mi prepotente juventud, lo tomé como reto.
Entre el 2000-2002, hacía el viaje de cuatro horas en camioneta cada fin de semana,
viajes en los cuales tuve conversaciones que nunca olvidaré,
como la que tuve con un geneólogo de Cobán...
"En Guatemala todos hemos sufrido algún trauma, somos un país de traumados."
Esa frase se me ha repetido en la cabeza por una década. Los primeros años retumbaba de sorpresa como los cohetes de cumpleaños del vecino a las cinco de la mañana. Luego aparecía en susurros cada vez más frecuentes. Los susurros se convirtieron en gritos, hasta que me acostumbré al volumen y la frase se convirtió en el soundtrack del paisaje. Y es que ya no puedo negar ciertas realidades que antes eran demasiado dificiles de aceptar, y por lo tanto, mirar.
Poder mirar no es siempre resultado de iluminación, ni boleto a la libertad. Hay cosas que sólo se ven en la oscuridad, con lentes de pesimismo, y estómago fuerte para tragarte la realidad.
Poder mirar no es siempre resultado de iluminación, ni boleto a la libertad. Hay cosas que sólo se ven en la oscuridad, con lentes de pesimismo, y estómago fuerte para tragarte la realidad.
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